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La “normalización”, un bien preciado

La aparición del covid-19 genera incertidumbre en todos nosotros. Por primera vez en mucho tiempo no sabemos cómo actuar. Los distintos países establecen sus propias normas según sus contextos y empezamos a escuchar comentarios sobre una nueva realidad y su normalización. Ahora es cuando se necesita de esa solidaridad de la cual nos jactamos poseer los seres humanos, eso que nos permite sacar adelante proyectos a nivel nacional como la Teletón, o a nivel internacional cuando países velan por la aplicación del derecho internacional respetando sus creencias y costumbres, o cuando un grupo de artistas convoca a un gran concierto y los asistentes dicen que su presencia se debe a que son solidarios. En esta pandemia aun es más fácil ser solidario con los demás, sólo se nos pide no salir a la calle si no es estrictamente necesario. Entonces, para que esto funcione, debemos poner cada uno/a de nuestra parte.
Cuando no respetamos las diferentes restricciones que se nos recomienda, estamos ayudando a la propagación del covid-19 y favoreciendo a que se generen crisis de otro tipo que aún no visualizamos. Por ejemplo, el aumento del desempleo provocará desajustes en el presupuesto familiar, el despertar social está en pausa y se puede activar en cualquier momento, todo está conectado por un virus que no vemos. Lo único que sabemos de él es que no es un extraterrestre, pero sí está comprobado que nos invadió.
Debemos pensar en un futuro inmediato totalmente incierto. Como especie buscamos trascender ya sea dejando descendencia o creando obras que las puedan conocer las futuras generaciones y así la especie se mantiene en este planeta. Sin embargo, ¿cómo será este futuro? Debemos organizarnos y crear nuevas normas sociales, pero, ¿seremos capaces de normalizar la nueva realidad?
Pues ahí está el problema. Nos estábamos acostumbrando a evadir responsabilidades de todo tipo, costaba encontrar personas que cumplieran su rol, que cumplieran con las normas, todo parecía relativo y siempre existía la forma de no cumplir con el deber. Quien actuaba acorde a las normas podía verse distinto a lo normal, cuando ahora, lo que más se solicita, es el cumplimiento de las normas por el bien común.
Tenemos esperanza por naturaleza, somos capaces de creer en irracionalidades, nos convencemos fácilmente de la ocurrencia de utopías. En la historia de la humanidad queda claro que la forma de vida ha cambiado con el tiempo, en algunas situaciones positivamente y en otras negativamente. Todo esto hace que un hombre del pasado no soportaría vivir nuestra realidad, o al revés, si pudiéramos viajar al pasado, tampoco podríamos soportar la realidad de esos tiempos. En estas últimas décadas los cambios se han observado más seguidos, empezamos a experimentar las grandes congestiones en las ciudades, la necesaria distribución de la riqueza, la gran facilidad para delinquir, la falta de respeto por los demás sin darnos cuenta que somos los demás. Todo esto nos capacitó para tener una gran facilidad de adaptación a situaciones nuevas, pues ahora llegó el momento de normalizar la nueva realidad.
Celso Vivallo Ruz

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