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Los billetes de la vergüenza

La noche del jueves 27 de abril un camión de una empresa de transporte de valores dejó caer una carga de dinero con 90 millones de pesos en billetes. Tras abrirse su puerta trasera en plena autopista Costanera Norte la carga fue atropellada por otro vehículo, desparramando miles de billetes por todo el lugar. El dinero fue recogido por varios conductores que se detuvieron ante el hecho y huyeron con el botín. Sin embargo, al otro día, cuando la prensa cubrió la noticia y aparecieron videos de los testigos, algunas personas acudieron hasta los cuarteles de Carabineros para devolver el dinero.

¿Qué hubiera hecho Usted?. Antes de dar una respuesta políticamente correcta me gustaría que por favor haga el siguiente ejercicio. Le voy a pedir que piense qué se le viene a la cabeza con los siguientes términos: Coimas y sobornos en el mundo político, casos Milico Gate y Paco Gate, casos Sergio Jadue y Rafael Garay, pedofilia en la Iglesia, evasión en el Transantiago, sacar la vuelta en el trabajo, colgarse del TV cable, comprar productos pirateados, copiar en una prueba.

Si bien estos casos son distintos en su dimensión y consecuencias, todos tienen un denominador común: se realizan sin pudor hasta que se descubren, y se presumen inocencias hasta que no se demuestre su ilícito.

Vivimos en una sociedad que nos expone permanentemente a una moral con doble estándar, con licencias, con vista gorda. Una sociedad donde Usted puede sentirse afortunado de recoger un billete perdido en la noche, pero que lo enjuicia públicamente si es descubierto por una cámara de televisión.

La integridad moral de los ciudadanos no puede depender de la ocasión, de las leyes, o de una cámara vigilante. Lo que nos falta es formación ética, educación cívica y buenos modales. Y eso, mi estimado lector, se aprende desde la familia, para luego pulirlo en el colegio y finalmente practicarlo en la calle. La Educación es la clave, pero no sólo la que se enseña en el Colegio, sino la que construimos todos como sociedad.

Estamos próximos a iniciar un periodo de elecciones presidenciales, donde desde todas las trincheras se intentará ventilar la falta de probidad del contrincante. Se nos olvida que cuando nos colgamos al TV cable, cuando nos llevamos un lápiz del trabajo, o cuando copiamos en una prueba también faltamos a la misma probidad que le exigimos al resto. Usted dirá ¡pero no es lo mismo robar un lápiz que robar un millón!. Y tiene mucha razón. Pero con el mismo criterio le puedo decir que tampoco es lo mismo robar un millón que robar mil millones. Y ahí es donde nace nuestro doble estándar en torno a la falta de probidad. ¿Cuál es la medida entonces para robar sin culpa?

Sin cámaras, sin autoridades y sin denunciantes quizás son pocas las personas dispuestas a recoger los billetes con el ánimo de devolverlos. El Chile probo que todos queremos se construye con estos ciudadanos, los que no se saltan las filas, los que aman su trabajo, los que pagan sus cuentas, los que no se sacan un parte a la mala, los que acuden a votar.

Chile representa ese billete en el suelo. Si alguien pretende llevarse el botín ojalá no le pese sólo su bolsillo, sino también su conciencia. Algo que sea.

 

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